Hace poco más de seis años que el Teatro Real de Madrid volvió a abrir sus puertas como coliseo operístico. Desde aquella inauguración -bastante lamentable- han pasado muchas cosas, y a día de hoy parece que el rumbo de este transatlántico -como alguien lo denominó- tiene una navegación normalizada si se exceptúan los problemas laborales que, mal planteados desde el comienzo, parece que vendrán arrastrándose permanentemente.
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