Vivimos acelerados y dispersos, conectados a contextos y procesos que no se coordinan entre sí. Cada cual es el único que se puede desconectar, tomar distancia, poner límites. Conviene parar y discernir qué hacemos y qué dejamos de hacer, qué hacemos despacio y qué requiere ser hecho rápidamente. Además de descansar, necesitamos tomarnos tiempo para pensar, convivir, conversar y celebrar y así gustar a qué sabe la vida vivida con profundidad y sabiduría.
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