La sociedad y el Estado ¿ o cualquier otro espacio de síntesis del poder -, han tenido un conjunto de objetivos ligados al control, al ordenamiento y a la sanción de la sexualidad, ya que ha sido función estatal regir las relaciones entre los géneros. Los patrones de la sexualidad femenina son un producto histórico del poder masculino que ha definido lo que es necesario y deseable. En la presente ponencia se abordan los casos que implicaron comportamientos considerados ilícitos en los que se evidencia una voluntad de trasgresión social de las mujeres de los ideales de matrimonio y familia monogámica. Se abordan las tensiones existentes entre la preceptiva de la conducta considerada honorable y las conductas sexuales toleradas en la vida cotidiana, vinculada con los códigos de virilidad y feminidad apropiados que invocaban el significado diferenciado del honor masculino y femenino.
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