Al asumir la presidencia de los EE. UU., Joe Biden se ha encontrado con un complejo panorama tanto interno como internacional. La emergencia de China parece imparable.
Pekín ha decidido rechazar el modelo democrático-liberal y seguir uno inspirado en su propia civilización y una experiencia histórica particular, diluyendo la posibilidad de que se pueda construir un orden mundial basado en premisas comunes. Entre los dos colosos de la geopolítica mundial se ha desarrollado un sordo enfrentamiento económico-tecnológico con la innovación como clave de bóveda.
Las naciones desarrolladas de Asia han sabido reaccionar mejor frente a la pandemia del coronavirus que las viejas potencias occidentales, lo que confirma la pujanza del continente asiático y acelera el desplazamiento del centro de gravedad del mundo de Occidente a Asia. El sudeste asiático se ha convertido en el principal teatro geoestratégico mundial.
Taking office as President of the U.S. Joe Biden has come across a complex domestic and international landscape.
The emergence of China seems unstoppable. Beijing has decided to reject the liberaldemocratic model and to follow one inspired by its own civilization and a particular historical experience, diluting the possibility of building a world order based on common premises.
A bold economic-technological confrontation with innovation as key vault has developed between the two superpowers.
The developed nations of Asia have reacted better to the coronavirus pandemic than the old Western powers, confirming the strength of the Asian continent and accelerating the shift of the world’s centre of gravity from the West to Asia.
Southeast Asia has become the world’s leading geostrategic theatre.
The strategy designed by the White House vis-à-vis China and its integration into a wider Asian policy will largely determine the overall strategic course.
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