El ámbito educativo, como todos sabemos, siempre está sometido a crítica, a opinión, a alabanza extrema o a una descalificación obsesiva. A este inmenso mar de pareceres y percepciones hay que añadir un intruso que ha entrado con fuerza en las aulas: el mundo digital. Esta entrada ha proporcionado una buena herramienta, pero ha supuesto una distorsión, una idolatría, un sesgo algo nocivo. Y se nos ha presentado una última y vírica variable: la pandemia. Con este panorama, parece necesario que volvamos a centrarnos, que nos situemos y nos volvamos a plantear las preguntas que realmente nos ubican ante los alumnos.
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