Muchos actores prefieren hablar del ciclo de las políticas públicas para reflejar el proceso “vivo”1 (Lasswell, 1956) que implica la formulación de una política pública: diseño, implementación, evaluación, corrección y aprendizaje. Básicamente, lo que se propone es desagregar la política pública en una serie de etapas o secuencias lógicas a los efectos de simplificar el análisis o la visión. Cabe destacar que el proceso no es lineal y secuencial sino que puede presentarse desordenado, superpuesto y signado por la inercia. Este enfoque de proceso permite ver y categorizar actores y acciones, permitiendo desenmarañar determinadas políticas bajo un enfoque retrospectivo (de León, 1997). Asimismo, pueden existir múltiples decisiones en el curso de acción elegido, lo cual requiere múltiples puntos de acuerdo lo que requiere información, consulta y negociación.
Muchas veces estos procesos de negociación, en cada punto de acuerdo, traen aparejado retrasos y, en algún caso, desviación del foco del problema, sobre todo si existe poder de veto en varios participantes. Los autores citados proponen que cuanto mayor sea el número de actores menor será la posibilidad de alcanzar resultados óptimos de la política, debido a la complejidad de la acción conjunta y a la cantidad de puntos de acuerdo a los que se debe llegar.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados