En el contexto actual de individualismos galopantes necesitados de chutes de cariño y cibersexo a la carta, pero también de multitudes capaces de manifestarse en contra de sucedáneos de democracia, cabría preguntar de qué modo el entrecruzamiento entre tecnologías de intercambio digital, espacios de encuentro y pasiones son parte productiva de la industria cultural. Este trabajo establece conexiones entre distintos lugares de encuentro comunales, como los molinos medievales y actualmente los chats. También plantea el papel disciplinar y altamente regulador de algunos estudios sociales que empiezan a aportar descripciones y cartografías de los chats. El artículo concluye contemplando el potencial figurativo de las lógicas y pasiones en torno a los chats en pro de lugares y encuentros más autónomos.
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