La carrera científica nunca ha sido un camino de rosas. La imagen bucólica del investigador del siglo XIX, absorto en sus pensamientos, con los ojos clavados en su microscopio o manejando extraños artilugios, esconde las intrigas y malas artes de compañeros, jefes o competidores, especialmente en el caso de las mujeres. Una de las que a principios del siglo XX tuvieron que lidiar con ese desdén paternalista que las relegaba y deslucía sus aportaciones fue Ellen Gleditsch, una química noruega que realizó importantes estudios en el entonces efervescente mundo de la radiactividad. Vista con cierta condescendencia entonces e ignorada después durante décadas, incluso en su propio país, ahora reivindicada.
This Norwegian chemist, forgotten for decades, even in her own country, worked at Marie Curie’s laboratory as her personal assistant. Among other things, she contributed to demonstrating the existence of isotopes, calculated the ratio of radium to uranium in minerals and refuted the idea of lithium arising from irradiated copper.
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