Aunque la normativa sólo obliga a instalar mallas anti-insectos en el caso de que no se reduzca la ventilación en el interior del invernadero, casi la totalidad de los agricultores disponen de mallas en sus instalaciones. La razón es su efectividad, al evitar el paso de insectos vectores de virus, reduciéndose la aplicación de productos fitosanitarios y convirtiéndose en una de las primeras tácticas a considerar en un sistema de lucha integrada.
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