La modernidad liberal e ilustrada, con innegable éxito social, situó el ámbito estricto de la ética en la autonomía de los individuos libres, independientes, formalmente iguales y responsables de sus actos. Su aportación ha conllevado importantes avances en el ámbito personal y político. Pero con el lastre de ignorar rasgos básicos de la condición humana, como su dependencia y labilidad constitutivas, que reclaman resaltar la relevancia primaria, en la vida ética, de la receptividad y su correspondiente responsividad. En este artículo se analizan y contrastan ambos enfoques, y se concluye con la propuesta de su articulación tensional.
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