El artículo adopta el marco de la semiótica cultural del último Lotman para replantear una espinosa cuestión contemporánea, a saber, el difuso antagonismo contra la ciencia, la medicina y las vacunas durante la actual pandemia de COVID-19. El artículo interpreta esta animadversión irracional como el resultado de una dialéctica que proviene al menos del origen de la modernidad, y precisamente de la oposición entre una ideología semiótica de quietud, regularidad y orden, que sustenta la génesis de la ciencia moderna, y una ideología semiótica opuesta de movimiento, irregularidad y caos, que caracteriza la mayor parte de la estética moderna del idealismo y de la singularidad. Tras explorar esta oposición a través de un texto cultural crucial situado en el inicio de la tensión entre estas dos actitudes diferentes hacia el sentido y la vida, el artículo concluye que las ciencias y la medicina modernas deben seguir buscando regularidades en el mundo y en el cuerpo, en aras de mejorar la calidad de la vida humana, pero también deben aprender de la semiótica cultural de las ideologías estéticas: en tiempos de incertidumbre y agitación epistémica, los viejos mitos que ensalzan la singularidad del cuerpo tienden a resurgir, poniendo en peligro la credibilidad de la medicina.
The article adopts the framework of Lotman’s last cultural semiotics in order to rethink a thorny contemporary issue, that is, the diffused antagonism against science, medicine, and vaccinations during the ongoing COVID-19 pandemics. The article interprets this irrational animadversion as the outcome of a dialectics that stems at least from the origin of modernity, and precisely from the opposition between a semiotic ideology of stillness, regularity, and order, underpinning the genesis of modern science, and an opposed semiotic ideology of motion, irregularity, and chaos, characterizing most of the modern aesthetics of idealism and singularity. After exploring this opposition through a crucial cultural text situated at the beginning of the tension between these two different approaches to meaning and life, the article concludes that modern sciences and medicine should continue searching for regularities in the world and in the body, for the sake of improving the human quality of life, but should also learn from the cultural semiotics of aesthetic ideologies: in times of epistemic incertitude and turmoil, old myths extolling the singularity of the body tend to resurface, jeopardizing the credibility of medicine.
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