Durante todo el franquismo, sobre todo durante su primera etapa, la Falange y sus sindicatos verticales mantuvieron unos márgenes de poder que, pese a ser limitados, le permitieron conservar cierta legitimidad como partido único. En dicho contexto se puede enmarcar el contenido de este artículo, en el que se analizan los intentos frustrados de la dirección sindical por hacerse con el monopolio de la representación de los productores agrarios durante la degunda mitad de los cuarenta. Fueron, finalmente, sus propias contradicciones en sus relaciones con el régimen franquista las que propiciaron el fracaso del proyecto de las Hermandades Sindicales de Labradores y Ganaderos.
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