Tras la pérdida del Rosellón en 1642 se acabó asumiendo que la guerra para recuperar Cataluña iba a ser, en palabras del propio Olivares, “larga y continuada” y que, por tanto, había que trabajar empezando por lo más urgente. Se impuso el criterio de priorizar la seguridad interior peninsular empezando por un objetivo muy concreto, la recuperación de Lérida. La ciudad del Segre fue la protagonista durante los años centrales de la guerra como objetivo, primero, de Felipe IV y, después, de los generales franceses que intentaron recuperarla en dos ocasiones sin éxito.
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