Barcelona, España
La clase de filosofía, desde la perspectiva del docente, no debe considerarse como una mera actividad transeúnte o predicamental. El presente estudio quiere examinarla, siguiendo la metafísica de la vida de Tomás de Aquino, como una obra vital, que requiere, por un lado, que el profesor se haga una sola cosa —una sola vida, podemos decir— con la doctrina que va a explicar y, por el otro, que esta intelección actual, sin movimiento alguno, dé lugar a la «concepción» y al «parto» de lo entendido en una palabra del corazón, la cual, por su dinamismo intrínseco, tiende, a su vez, a manifestarse exteriormente en una palabra sonora, en un «verbum vocis». Esta exteriorización, por la cual aquella íntima operación que constituye la vida del que filosofa se corporeiza en forma de «diálogo», es, precisamente, la clase de filosofía. La técnica pedagógica debe tener en cuenta el orden intrínseco por el cual la vida humana, mediante la formación de una palabra del corazón, procede a su propia perfección, y no debe olvidar que el perfeccionamiento vital del profesor es causa (instrumental) del perfeccionamiento vital del alumno; es decir, quien no «produce», quien no «engendra», quien no «crea» interiormente lo que está explicando —independientemente de si se trata o no de una novedad— difícilmente ofrecerá unos medios adecuados para que el alumno conciba y dé a luz, en la intimidad de su mente, a un «verbum cordis».
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados