Si prescindiéramos de la composición acto-potencial entre «essentia» y «esse» en la línea del ente creado, necesariamente nos veríamos arrojados al monismo spinozista, esto es, a admitir que solamente hay una substancia (a) única, (b) infinita, (c) increada, (d) necesariamente existente, (e) acto puro, (f) identificada, en último término, con la misma substancia de Dios. En el capítulo LII del segundo libro de la Summa contra gentiles, Santo Tomás obtiene esos atributos divinos a partir de siete argumentos que tienen como objetivo probar que, en el caso que no se aceptara la diferencia real entre essentia y esse en el ente finito —tanto material como inmaterial—, necesariamente deberíamos reconocer que sólo hay una substancia con los seis atributos anteriormente mencionados (cada argumento da lugar a un atributo distinto, exceptuando los dos primeros que desembocan en el mismo, a saber, el de la unicidad). En el artículo presente, siguiendo la interpretación de Norberto del Prado, nos proponemos exponer cómo puede refutarse el monismo spinozista desde la doctrina de Santo Tomás en dos etapas: la primera viene representada por el ya citado capítulo de la Summa contra gentes; la segunda, por la cuarta vía (Summa Theologiae, I, q.2, a.3).
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