¿Qué sería El padrino sin ese joven, inexperto y enigmático Michael Corleone de mirada pérdida? ¿Qué sería la suntuosa y barroca Scarface de Brian de Palma sin esa teatralizada y excesiva interpretación de Tony Montana? ¿Qué sería de una tarde de perros sin ese frenesí y tensión constante, esa falta de aire y asfixia que padece Sonny Wortzik? ¿Qué sería, en fin, el cine sin una de las figuras más icónicas de la gran pantalla de las últimas décadas del siglo 20? ¿Qué sería el cine sin Al Pacino?
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