La entrada de China en África ha supuesto una revolución geopolítica, alterando el mapa energético en la última década y el escenario mundial. El continente africano se ha convertido en una pieza clave en la estrategia del gigante asiático, reforzando su posición como potencia para conseguir la primacía mundial. Mientras las potencias europeas se han limitado a tener un papel preponderante a nivel comercial en sus antiguas colonias, China ha optado por entrar en el continente con un modelo más atractivo para gran parte de los Gobiernos africanos, centrado en cuantiosas inversiones y préstamos a cambio de la explotación de recursos clave de interés para Pekín. De esta forma, el gigante asiático se ha convertido en el socio preferente para la gran mayoría de los países africanos, mientras que el resto de lazos comerciales los siguen manteniendo con las antiguas metrópolis europeas que han tenido presencia histórica en la zona.
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