La recepción de Santo Domingo a nivel continental, más allá de sus dificultades tenidas antes y durante su realización, no ha sido lo suficiente como para desentrañar la savia que fecundó a la Iglesia. Por eso, hoy, Santo Domingo viene a significar para la Iglesia Continental, una memoria irrenunciable, una esperanza creativa y una presencia desafiante, de un proyecto pastoral inacabado a nivel continental.
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