El hombre crea signos y vive de los mismos signos. Se recoge aquí la riqueza de su experimentarse a sí mismo como sujeto abierto a la trascendencia, no obstante ser limitado por el tiempo y el espacio. Si en algún lugar de la naturaleza humana es posible ver lo paradójico de la persona, esto se verifica en el signo. Se da una infinidad de signos, pero todos están bajo un único horizonte que los hace precisamente, por su naturaleza "signo". Este común denominador está constituído por el "bordear" del significante al significado de manera que se pueda percibir constantemente la realidad que nunca podrá ser plenamente significada por el lenguaje.
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