Aunque Roma nunca dejó de ser una sociedad patriarcal, inició, en pleno periodo republicano, un cambio sociopolítico que marcaría definitivamente el mundo occidental. Su camino hacia la concesión de derechos políticos plenos a las mujeres supuso una transformación radical del sistema, algo que se extendió pronto por el resto del mundo conocido. Era el 195 a. C. y en el Senado se discutía la abolición de la lex Oppia, que afectaba a la capacidad de las mujeres de exhibir su estatus. Mientras, una muchedumbre de mujeres se agolpaba en el Foro para dejar patente su opinión al respecto. Catón parecía consternado y preguntó al resto de senadores “¿De qué servirá que la colectividad apruebe unas leyes que al poco tiempo pueden ser derogadas por aquellos contra quienes van dirigidas?”. Un senador bajó la cabeza. Un sentimiento punzante acababa de abrirse paso en su cabeza. Acababa de pensar en su esposa y en su hija, a las que casi pierde en el parto y ahora oye a Catón decir “en contra”; efectivamente, había estado legislando en contra de ambas. “Igualdad”, masculló y, de repente, no le pareció tan mala idea. Ese senador, en efecto, inició una nueva campaña, dirigida a obtener el voto para las mujeres. Poco a poco, se fue creando un cierto ruido de fondo sobre el tema que, como veremos, acabaría dando resultado.
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