Hay ocasiones en la historia en que el destino de civilizaciones enteras queda atado a las decisiones de una o, como mucho, unas pocas personas. Quizás, uno de los mejores ejemplos en este sentido sea una de las innumerables decisiones que jalonaron el imperio de Trajano: en 107 este emperador optó por rechazar educadamente el ofrecimiento que los embajadores del Imperio kushán de la India le presentaban para unir esfuerzos frente a su común adversario: el Imperio parto. Con ello, Trajano no solo estaba desechando la única oportunidad real de éxito en un futuro y previsto enfrentamiento a gran escala con los partos, sino que estaba sellando, prácticamente, el destino de las cuatro grandes superpotencias de un mundo globalizado por vez primera: la Roma de los césares, el Irán Arsácida, la India kushán y la China de la dinastía Han. En Ucronías Roma, cómo fue posible que una resolución aparentemente lógica y de relativa importancia, revistiera un carácter tan decisivo?¿Qué clase de desenlaces habrían tenido lugar de haber sido otra la decisión de Trajano?
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