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Resumen de Commonalty, Communities, and the Crisis of the Modern State

María Alejandra Vanney

  • español

    La teoría del Estado moderno considera que la libertad consiste en la absoluta autonomía del individuo. Esta consideración de la política y del derecho como una relación entre “iguales absolutos” -de raíz revolucionaria- además de ser contradictoria metafísicamente, es una de las causas del desconcierto intelectual actual, cuyos síntomas principales son relativismo, el escepticismo y el indiferentismo ético. Ahora bien, como una sociedad no puede funcionar sin que exista algo “en común” entre sus ciudadanos, –y se ha renunciado a toda referencia a la naturaleza humana, también a su sociabilidad– se confía esta tarea al Estado, quien establece relaciones de tipo externo que se sostienen por medio del poder. Esto presenta numerosos peligros tales como posibles arbitrariedades, falta de estabilidad social, permanente amenaza de conflictos, anomia, etc. que impiden que las personas alcancen el nivel de libertad, seguridad y paz que necesitan. Cuando se reniega de toda idea de “lo común”, las relaciones entre los ciudadanos se debilitan al punto que pueden llegar a existir solamente a través de los lazos de cada una de ellas establece con el Estado, que se convierte en la única instancia mediadora y determinante de la vida social. Se da así la paradoja de que, frente al deseo revolucionario de una libertad absoluta, se sigue una vida socio-política que limita la libertad posible, limitada, del ser humano. Por el contrario, alcanzar realmente el fin de la libertad, según su propia forma de ser, requiere fortalecer las principales instituciones mediadoras y las fuentes propiamente identitarias: la familia, la educación y la religión. Solo en ellas, cada uno puede ser “quien es” y llegar a ser “quien está llamado” a ser, que son las principales manifestaciones de la libertad humana y las fuentes más profundas de la paz y la seguridad que el ser humano necesita.

  • English

    The theory of the modern state considers that freedom consists in the absolute autonomy of the individual. This consideration of politics and law as a relationship between “absolute equals” - with revolutionary roots - besides being metaphysically contradictory, is one of the causes of the current intellectual confusion, whose main symptoms are relativism, skepticism and ethical indifferentism. Now, since a society cannot function without there being something “in common” among its citizens, - and all reference to human nature, also to its sociability, has been renounced - this task is entrusted to the State, which establishes relationships of an external type that are sustained by means of power. This presents numerous dangers such as possible arbitrariness of the ruler, lack of social stability, permanent threats of conflicts, lawlessness, etc., which prevent people from attaining the level of freedom, security and peace they need. When any idea of “the common” is rejected, the relationships between citizens are weakened to the point that they can only exist through the ties that each one of them establishes with the State, which becomes the only mediating and determining instance of social life. There is thus the paradox that, in the face of the revolutionary desire for absolute freedom, there follows a socio-political life that limits the possible, limited freedom of the human being. On the contrary, to really achieve the end of freedom, according to its own way of being, requires strengthening the main mediating institutions and the sources of identity itself: the family, education and religion. Only in these can each person be “who he is” and become “who he is called” to be, which are the principal manifestations of human freedom and the deepest sources of the peace and security that human beings need


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