Siete de octubre. Sus Majestades los Reyes de España inauguran el nuevo Gran Teatre del Liceu. Han transcurrido cinco años desde aquel funesto día en que el fuego arrasó uno de los principales símbolos de la ciudad de Barcelona y de la ópera a nivel internacional. El ambicioso proyecto de ampliación y reconstrucción del coliseo ha pasado por incontables problemas, sorpresas, aplazamientos y sinsabores, pero hoy es una realidad, y esto no es más que el principio: al Liceu le queda la difícil misión de volver a ocupar el lugar de privilegio que durante años, ostentó en el devenir operístico español, ahora inmerso en un panorama completamente diferente del de hace un lustro. Una tarea artística y de gestión casi tan compleja como la recién acabada reconstrucción.
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