En las primeras décadas después de la independencia, las fiestas nacionales mexicanas se organizaron a partir del modelo de las fiestas de la Monarquía católica: su escenario principal era la Catedral, la representación de la nación era corporativa y, por tanto, heterogénea y jerarquizada, su interés fundamental, las cortesías con las autoridades, que confirmaban el ejercicio del Patronato. Las celebraciones fúnebres de 1823, 1836 y 1838, testimonian además la recuperación de la cultura de las reliquias de santos. Sin embargo, las ceremonias cívicas de septiembre de 1842, que celebraban al presidente Antonio López de Santa Anna, al mismo tiempo que culminaron la sacralización del cuerpo presidencial, contribuyeron a reducir la impronta de los espacios y ceremonias católicas, en favor de un ceremonial militar y del espacio más secular del cementerio romántico, y de una representación nacional más homogénea.
In the first decades following independence, Mexican national holidays were based on the Catholic Monarchy's model of festivities: the main setting was the Cathedral, the nation was represented as a corporate body and therefore heterogeneous and hierarchical; the formalities with the authorities were fundamental as they displayed the power of the National’s Patronage. The funeral celebrations of 1823, 1836 and 1838 testify to the recovery of the culture of saintly relics. However, the civic ceremonies of September 1842, which celebrated the president Antonio López de Santa Anna, simultaneously culminated the sacralisation of the presidential body, and contributed to reduce the importance of Catholic spaces and ceremonies, in favour of a military ceremonial and the more secular space of a romantic cemetery, resulting in a more homogeneous representation of the nation.
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