Federico de Montalvo Jääskeläinen
La aparición de la Ciencia como protagonista estelar en la toma de decisiones se ha producido con carácter general en sede política. Las referencias a los expertos, a lo que defienden o propo- nen los científicos, han sido permanentes en las comparecencias de las autoridades públicas. Incluso, muchas de éstas han estado presididas, no por responsables políticos, sino por los pro- pios expertos. Y Esteve Pardo2 ya denunció hace años que el carácter expansivo de la actividad científica no puede ir en detrimento del carácter jurídico-político de la toma de decisiones por las autoridades públicas. Son funciones de distinto contenido las que se encomiendan a los poderes científico y político. El poder científico tiene funciones de información, dictamen y, en definitiva, valoración de riesgos, pero no de decisión. Si a la Ciencia no le compete la adopción de decisio- nes, ello no es solo por falta de legitimación sino, sobre todo, porque ella misma no pretende decidir. No podemos esperar decisiones de la Ciencia. La facultad y obligación de decidir del Derecho son al mismo tiempo su grandeza y su servidumbre.
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