El desayuno, un elemento clave para la valoración de un hotel por parte de sus huéspedes, se transforma cada vez más en una experiencia cercana al brunch, un complejo engranaje que tiene que abordar demandas como la sostenibilidad, pero sin olvidar la trazabilidad y la seguridad alimentaria; las preferencias del consumidor actual por alimentos y bebidas más saludables, pero sin renunciar al placer; y sobre todo dar respuesta a la hiperespecialización de un cliente que no se conforma y pide alternativas que satisfagan sus necesidades en materia de alergias e intolerancias (diabéticos, celiacos, etc.), nutricionales (control de los contenidos de grasa, azúcares, sal, beneficios funcionales de los alimentos…) e incluso éticas (veganismo).
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