La percepción de la injusticia ha generado históricamente respuestas de la población agraviada, lo que Thompson denominó la economía moral de la multitud. En la era capitalista, el descontento fue encabezado por el sindicalismo, que aspiraba a representar a toda la clase obrera, que no era compacta. La transformación del capitalismo fordista desde los años setenta del siglo XX ha generado nuevas fragmentaciones en la clase trabajadora, lo que dificulta la acción de los sindicatos de clase, que pierden protagonismo a favor de los movimientos comunitarios. Para hacer frente a esta situación es necesario conseguir una desmercantilización del trabajo.
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