Este joven creador argentino saltó a la palestra española en 1988, cuando ofreció en Madrid un llamativo Ermione rossiniano en la triple tarea que acometería desde entonces: director escénico, escenógrafo y figurinista. Aterrizó por estos pagos con un considerable bagaje a sus espaldas, antes de su consagración definitiva en los competitivos escenarios italianos.
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