Quizás no tenga la fuerza revulsiva que en la ópera han podido protagonizar directores de escena como Peter Sellars o, más recientemente, el genio berlinés de Marthaler, pero en las puestas en escena de Herbert Wernicke se ha colado una importante sabiduría de lo que significa actualizar la ancestral magia de la maquinaria escénica. A pocos les interesa tanto trabajar tan abiertamente con los recursos de un escenario, pocos tienen una predisposición tan clara a recuperar el espacio escénico como una delicada -pero potente- caja de resonancia para el arte de la ópera.
© 2001-2025 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados