Los nazaríes (1238-1492) devolverán a Granada su condición de capital de Estado, después de que lo hubiera sido por primera vez en el siglo XI, cuando fue gobernada por los reyes ziríes. Aunque el emirato nazarí, el último de al-Ándalus, tuvo una reducida geografía, fue uno de los de mayor duración de cuantos hubo en la península ibérica, y contó con empresas edilicias que a la postre tendrían enorme proyección histórica y cultural. El fundador de la dinastía, Muhammad ibn al-Ahmar (r. 1238-1273), señor de Arjona (Jaén), eligió para la sede de su nuevo Estado las construcciones castrenses que existían en el extremo occidental de la Sabika desde el siglo IX, época en que se las conocía ya con el nombre de al-Hamra’ (“la Roja”), y que fueron remozadas luego, sucesivamente, por ziríes, almorávides y almohades entre los siglos XI y XIII.
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