Al igual que en otras muchas regiones en el mundo islámico medieval, el agua en al-Ándalus tuvo un papel muy destacado. Diversos territorios de la península ibérica se caracterizan por la existencia de una extensa red hidrográfica, fruto de la interacción del clima mediterráneo con elevaciones del terreno que retienen y favorecen los aportes pluviales. El resultado es la aparición de multitud de arroyos temporales que aportan sus aguas a los cauces por los que discurren los ríos de los que se pudo captar sus aguas. Existen además acuíferos en los montes que generan manantiales y fuentes de diversa entidad, mientras que los que están situados bajo las hoyas y planicies pudieron ser alumbrados por medio de pozos y galerías drenantes. De este modo, muchos de los asentamientos andalusíes pudieron desarrollarse gracias a las posibilidades que ofrecían los recursos hídricos de su entorno.
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