La resignación presentada como única postura realista ante un presente demasiado complejo para ser comprendido por la ciudadanía es un arma al servicio del mantenimiento del orden. Pero, en la actualidad, la imaginación colectiva parece integrar el rechazo del fatalismo y el deseo de imaginar otras visiones del mundo en el que habitar. Lenin y el Mayo del 68 ya lo decían: “Hay que soñar”.
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