«Es la confianza, más que el dinero, la que hace girar el mundo» señaló el economista Joseph Stiglitz. Ahora estamos asistiendo al hundimiento de la confianza en las instituciones: ese desplome es gasolina para crear miedos y tensiones sociales. Además, la revolución tecnológica nos hace sentir cada vez más en manos de fuerzas enormes que no llegamos a comprender en un entorno demasiado cambiante e inestable. Por eso, una seguridad, una confianza colectiva y compartida tiene muchas, muchísimas ventajas. Y no podemos olvidar, que la sociedad se transforma y la Administración de Justicia y el Poder Judicial han de responder a estos nuevos retos colocando a ciudadanos y ciudadanas en el centro de sus decisiones. En este sentido, tener una figura jurídica como el LAJ que sea responsable de toda la actividad que realice personalmente tanto como de la que se realiza en su nombre (y así queda reflejado en el importe de las pólizas de responsabilidad civil contratadas que superan las de cualquier otro colectivo profesional de justicia) es un valor añadido muy importante y necesario dentro de una organización. Siempre que pase algo, habrá un responsable: el LAJ.
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