En la iglesia de Maxcanú se conserva uno de los pocos retablos dorados que se fabricaron en Yucatán durante el virreinato. Su existencia se ve enriquecida porque aún se tiene el libro de fábrica en el que se especifica quién sufragó la obra, los detalles de su manufactura, el tiempo y costo total, así como los materiales y artífices que lo hicieron posible. Se trata de una pieza peculiar del siglo XVIII que se caracteriza por su riqueza ornamental, el perfilado de las siluetas, el uso de una modalidad regional para las pilastras y sus tallas que incluyen formas rococó, aspectos a los que se les suma el empleo de un programa iconográfico poco común para esta área geográfica. Una obra de imaginería cuyo modelo y ornamentación estuvo inspirada en el segundo retablo mayor de la catedral de Mérida, que fungió como pauta para la creación de ésta y otras piezas al interior de la región.
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