La difusión del culto a la Inmaculada Concepción en Nueva España comenzó con las guerras de conquista de Hernán Cortés y se prolongó y acrecentó en los siglos siguientes. La autora centra su trabajo en tres representaciones inmaculistas: el estandarte de Hernán Cortés; una pintura mural franciscana del xvi en el convento de Huejotzingo; y uno de los últimos lienzos al óleo pintado a finales del XVIII por Antonio Vallejo.
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