Aprender a disfrutar de la vida es el resultado de todo un ejercicio vital que, apoyado por la educación y la modificación permanente de los paradigmas sociales y culturales, le permiten al ser humano hacer conciencia de su propia realidad, tener la capacidad de adaptarse y adecuarse a nuevas formas de interacción con los demás, con el mundo que lo rodea y con su ser trascendente; de allí que, entender la vida como un enigma por resolver en constante devenir exige preguntarse, asombrarse y permanecer en constante vigilia, en apertura permanente.
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