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Resumen de Morfología y estética del carrista: Miscelánea de un soldado «distinto», un soldado centenario

Óscar Bruña Royo

  • Apretado repaso global a la centenaria conmemoración en el Ejército español (desde 1922 hasta el primer cuarto del nuevo siglo XXI -2022-) de la llegada, incorporación, formación y entrada en combate de los primeros carros de asalto (sean el Renault FT-17 o el Schneider CA-1) en el histórico marco del conflicto colonial, que por entonces, se desarrollaba en el protectorado norteafricano del Marruecos español, hasta nuestros pasados días más inmediatos en el tiempo (representados por el «Leopardo» 2-E como máximo y más potente ariete del actual sistema blindado-acorazado en servicio).

    Tomando como histórico hilo conductor del relato (y haciéndolo en primer plano) la figura del carrista, nombre del soldado llamado a tripular tan revolucionario ingenio militar y factor fundamental en el mismo, su perfil, peculiaridades y entorno generales, terminarán convirtiéndolo a lo largo del tiempo en un combatiente, sino especial, desde luego, «distinto» al resto del conjunto, aunque siempre estrechamente ligado a quienes -por extensión- serían llamados a apoyar, cubrir o complementar directamente su acción a través de muy diversas y variadas disciplinas o especialidades, requiriendo para ello la incorporación y uso de un variopinto catálogo de vehículos especialmente concebidos para tales menesteres.

    Unos industrialmente fabricados, o bien, producto de las ocasiona- les necesidades de cada momento o periodo histórico del que se trate, sean como camiones protegidos, autoametralladoras, transportes semiorugas o acorazados, piezas de artillería autopropulsada o maquinaria para el acondicionamiento del terrero. Todos ellos, terminarán siendo envueltos bajo un común denominador, aquel conocido como Espíritu de Cuerpo, y que será tangiblemente manifestado a través de una variopinta diversidad de característicos e inequívocos elementos particulares, como puedan ser -en primera instancia- los emblemas, distintivos o escudos; en formatos, hechuras y com- posiciones no siempre atendiendo a una reglamentada disposición oficial, y que en muchos casos -acorde al devenir de los tiempos- llegarán a «saltar» artísticamente con mayor o menor fortuna plástica, sobre las frías corazas de unas máquinas, en ciertos periodos, oportunamente «adaptadas» estética y cromáticamente por las unidades encartadas, al ambiente o escenario de intervención, mediante la combinación de unos adecuados colores de enmas- caramiento, junto a los pertinentes elementos tácticos de identificación.

    A modo de colofón, encarnado mediante el característico uniforme azul mahón en unión de la inequívoca boina negra -ambos consagrados mediante el Reglamento de Uniformidad del Ejército de Tierra de 1943-constituirán durante prácticamente la mitad del centenario periodo, la genuina e inconfundible «carta de presentación» personal de las unidades carristas, la cual, hoy en día sigue despertando curiosidad e interés, cuando las uniformidades mimetizadas han terminado por eclipsar otro tipo de habituales atuendos, y porque así mismo, constituye una válida vía de estudio que ayuda a comprender cronológicamente la evolución de las unidades acorazado-mecanizadas españolas, su transformación y las condiciones en las que tuvieron que llevarlas a cabo.


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