Durante la ocupación hispano francesa de Marruecos, que empezó a establecerse a finales del siglo XIX, las autoridades españolas y francesas mostraron un gran interés por la figura de los jerifes y los santones, que formaban la élite cultural y religiosa tradicional del país tanto en zonas de cabilas, es decir, bereberes, como en otras más arabizadas y urbanas. Tanto los jerifes como los santones gozaban de un gran poder y un amplio prestigio entre la población marroquí. Así, el acercamiento de las autoridades francesas y españolas a estas figuras para obtener su colaboración en los procesos de la ocupación, el Protectorado y la época colonial logró vencer, en muchos casos, focos de resistencia local capaces de poner en peligro la paz y el equilibrio interno de la sociedad marroquí.
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