La compleja relación entre España y el islam constituye una excepción en las relaciones imperiales al uso, y se caracteriza por una ambivalencia que, en el caso de Tetuán, adquiere matices muy ricos que ilustran diversos discursos sobre el Oriente doméstico español que es Marruecos. Fueron muchos los viajeros que, a partir de la colonización española del país, viajaron a Tetuán, capital del Protectorado, y escribieron sobre su experiencia allí. Tetuán, ciudad comercial y bellísima que no cesaba de crecer y transformarse, contaba con una población diversa y una notable presencia judía y española junto a la mayoría musulmana. Los viajeros se aproximaban, fascinados y a menudo cargados de prejuicios, a los encantos y misterios de la ciudad, muchas veces para acabar justificando el colonialismo civilizador como la única solución posible para el territorio marroquí.
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