A Lucía la conocí personalmente en el año 2005; aceptó ser jurado en mi tesis de licenciatura en Filosofía, en la Universidad de Buenos Aires, que trataba sobre la cuestión del olvido –y la memoria– en Nietzsche. Recuerdo que voló de Tucumán a Ciudad de Buenos Aires, en un viaje relámpago, a escuchar lo que serían mis primeros balbuceos en la lengua académica y que fue muy generosa y sumamente cálida en aquella ocasión. Yo había llegado a sus escritos por Mónica, mi directora de tesis (entre otras tantísimas cosas), quien me dio a conocer los textos de Lucía sobre Nietzsche, así como su traducción de “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”. Con Mónica viajaríamos dos años después de aquel ritual académico a la Universidad de Tucumán, a homenajear a Lucía por su trayectoria académica, esa que la ligaba al pensamiento nietzscheano –y a nosotras– pero también a un vastísimo campo en el que se entrelazaban la historia de la filosofía, el pensamiento contemporáneo y la historia del pensamiento en la Argentina. En ese viaje de noviembre del 2007, en su casa, en una cena en la que abundaba la hospitalidad y la dación de sí, Lucía me regaló el libro de Lou Andreas-Salomé, "Nietzsche en sus obras", en una edición de tapa dura, en “idioma original”, como decimos en la jerga académica, anudando en este regalo ese lugar donde el nombre de Nietzsche se entreteje con la vida institucional en la academia local, las prácticas universitarias, las voces de las “especialistas” e “investigadoras” y la historia de una disciplina tan androcentrada como la filosofía
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