Llegó a la cita, en el chalé, a pocos kilómetros de Madrid, un cuarto de hora antes. Mary Carmen -"con y griega, me dirá después"- me hace esperar, como si fuese la reina panderetona. Treinta minutos después de la hora fijada, aparece, muy maquillada, repartiendo besos, disculpas y "cielos míos", "cariños", "amores de mi vida" y "corazones", con cada frase.
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