El arte y el periodismo tratan de la violencia de distintos modos. La película semiautobiográfica Belfast (Branagh, 2021) podría interpretarse como una serie de homenajes entrelazados, intencionados a dejar resonar en los espectadores una nota de optimismo alegre, inocente y esperanzador: homenaje a su ciudad natal, a la infancia, a la humanidad luchadora, a la memoria, al amor y, sobre todo, al cine (o al arte en general que logra mantener el color cuando el entorno se ha vuelto gris). En manos de Branagh, el homenaje se transforma en celebración y la memoria en una forma de amar. Lo singular se hace universal. De tal modo, la violencia se convierte en esperanza, la virtud más teologal de la película.
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