La dificultad en la evaluación a distancia ha quedado patente tras estos años de pandemia con confinamientos, cuarentenas y aislamientos. Los docentes nos hemos enfrentado a estas situaciones sin conocimientos previos y con nuestra intuición como única arma. Lo cierto es que la experiencia ha aportado luz sobre todo ello y podemos reflexionar sobre la eficacia de las herramientas de las plataformas virtuales para la realización de evaluaciones a distancia comparando éstas con los resultados evaluables de un role-playing en diversos formatos con las reglas de la improvisación interpretativa. El fondo y la forma importan en tanto que, a nuestro juicio, la valoración de los conocimientos debe centrarse en estos y en el modo en que se han asentado en el “acervo” del alumnado cuya memoria a largo plazo será capaz de retenerlos y aflorarlos en su vida profesional. La memoria literal cortoplacista cumple, según nuestra experiencia, las peores funciones en la docencia de la enseñanza superior: desincentiva al alumnado y arroja resultados no reales que conforman un expediente finalmente cuestionable.
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