Carl Anders Säfström, Johannes Rytzler
En este artículo discutimos la centralidad de la improvisación en la enseñanza, basándonos en particular en lecturas de Cassin (2014, 2020), Rancière (1991, 1999, 2020) y Bailey (1992). Nuestro punto de partida es que no puede haber enseñanza sin improvisación, es decir, la delicada práctica de responder a, situar y sintonizar con sucesos dentro de los encuentros educativos que no pueden preverse, sino que requieren constantemente nuestra atención y acción aplicando la más refinada virtud de nuestro intelecto. En el artículo seguimos las premisas de los primeros sofistas, para los que la improvisación implicaba la capacidad de hablar sobre cualquier cosa dejándose guiar por la oportunidad (Cassin, 2014). Afirmaremos que la improvisación del profesor sofista es una virtud intelectual y corporal que requiere tanto disciplina como poêsis, y tanto technê como praxis. En resumen, la improvisación como una forma específica de performatividad educativa. De la mano de Rancière (1991, 2020), DiPiero (2020) y Bailey (1992), tratamos de mostrar cómo la improvisación en la enseñanza conecta con nuestros sentidos y pone en marcha simultáneamente la compartición y la unicidad de la sensación como tal, reflejada en el concepto de Rancière de le partage du sensible (la división de lo sensible). La improvisación, concluimos, puede entenderse como el producto de encuentros contingentes entre sujetos, objetos y entornos, donde emerge en la ruptura entre forma y contenido (DiPiero, 2020). De este modo, permite otras formas de hablar y estar en el mundo que las que desea la institucionalización de un determinado orden político (fijando un partage du sensible particular e innegociable) y por tanto se convierte, sugerimos, en un elemento central en una realización democrática de la práctica de la enseñanza.
In this article, we discuss the centrality of improvisation for teaching, based particularly on readings of Cassin (2014, 2020), Rancière (1991, 1999, 2013, 2020), and Bailey (1992). Our starting point is that there simply can be no teaching without improvisation, i.e., the delicate practice of responding to, situating, and attuning to events within educational encounters that cannot be foreseen, but constantly call for attention and action through the finest virtue of our intellect at play. In the article, we go along with the early Sophists for whom improvisation meant to be able to speak about everything by allowing oneself to be led by opportunity (Cassin 2014). We will be claiming that improvisation of the sophist teacher is both an intellectual and bodily virtue, requiring discipline as well as poêsis and technê as well as praxis. In short, improvisation as a specific form of educational performativity. Together with Rancière (1991, 2020), diPiero (2020), and Bailey (1992) we intend to show how improvisation in teaching speaks to our senses and sets into motion simultaneously the sharing and uniqueness of sensing as such, captured by Rancière’s understanding of le partage du sensible. Improvisation, we conclude, can be understood as the product of contingent encounters between subjects, objects, and environments, where it emerges in the rupture between form and content (diPiero 2020). As such, it allows for other ways of speaking and being in the world than those desired by the institutionalisation of a certain police orderand therefore becomes, we suggest, a central element in a democratic realization of the teaching practice.
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