Vivimos en la era de la velocidad, y no podemos entender el mundo contemporáneo ni a nosotros mismos, nuestras mentes, si no tenemos en cuenta el incremento de la aceleración en nuestro día a día, el consumo desenfrenado, la obsolescencia programada de las máquinas, la necesidad de estar constantemente actualizándonos en el trato con los dispositivos digitales, el estado de alerta que el teletrabajo y las redes llamadas sociales reclaman, el ritmo frenético de las “conversaciones”, la imparable circulación de wasaps, tuits, likes, stories.
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