En la figura de Manuel Belgrano se cifra el “grado cero” de las tradiciones pedagógicas nacionales. Sus propuestas educativas navegaron en ese tembladeral que fue el desmoronamiento del período colonial y el inicio de la etapa de la Independencia. El padre de la bandera vivió en carne propia el drama de un momento histórico donde -para decirlo en términos gramscianos- lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo no terminaba de nacer. En un contexto de grandes transformaciones, Belgrano postuló sus ideas educativas en pequeñas dosis. Sus proyectos fueron tan moderados que habrían pasado inadvertidos de no ser porque eran portadores de un mensaje: algo comenzaba a hacerse de otra manera.
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