Cinco años después de la crisis de los rehenes de Teherán, cuya resolución coincidió con la toma de posesión del presidente Reagan, el fantasma del terrorismo vuelve a planear sobre la sociedad norteamericana. El escenario se ha trasladado a Beirut, pero el dramatismo de la situación y los protagonistas siguen siendo muy similares, la Administración norteamericana y los fieles seguidores del clero chiita, aunque esta vez no sean iraníes sino libaneses.
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