Leioa, España
Los economistas hemos estado persuadidos, en general, por la creencia de que más riqueza, más renta y más bienes implican una realidad social con unas condiciones de vida mejores, mayor bienestar y, en definitiva, mayor felicidad. Las personas que gozan de niveles de renta elevados pueden tener acceso a bienes y servicios que no están al alcance de todos y la vida en condiciones de pobreza extrema puede ser muy difícil de sobrellevar. Dicho de otra manera: la economía asume que el bienestar material es una condición previa de bienestar (well-being) y felicidad y que los cambios de ésta están estrecha y directamente relacionados con los cambios en el poder adquisitivo. Los políticos han asumido esta idea y como consecuencia la evolución del PIB y las tasas de crecimiento de éste continúan siendo, me apresuro en señalar que entre otros, objetivos fundamentales de política económica. Sin embargo, estemos de acuerdo, o no, con la hipótesis de que más riqueza material conlleva más felicidad, lo cierto es que numerosos estudios llevados a cabo en los países ricos para los últimos cincuenta años arrojan serias dudas acerca de dicha hipótesis. Con la denominación genérica de “paradojas de la felicidad” numerosas investigaciones hacen hincapié en la necesidad de estudiar la felicidad y sus determinantes desde una perspectiva más amplia que la que ha sido habitual en el dominio de la ciencia económica.Tenemos que ser conscientes de la relevancia que ha de tener la felicidad como objetivo de política económica. En este trabajo nos proponemos estudiar algunos de los más recientes hallazgos y desarrollos de la Economía y de otras ciencias sociales con el objetivo de averiguar cómo incluir la felicidad en nuestra disciplina. Explorar las paradojas puede suponer que haya que revisar algunos de los principios básicos de la Economía contemporánea.
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