El caso boliviano muestra una caída libre al autoritarismo. De acuerdo al índice global del Estado de Derecho, Bolivia compite con Nicaragua, Haití y Venezuela en el Top10 de los países peor puntuados del mundo. Bolivia no es siquiera considerada como una democracia por The Economist, sino que está catalogada como un régimen híbrido. Bolivia mantiene, a pesar de los dramáticos cambios en su sistema político, las mismas estructuras corruptas en su sistema judicial. Existe una continua designación de operadores de justicia interinos con procesos opacos de nombramiento, así como un uso recurrente de la persecución penal con fines políticos.
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