El encuentro que voy a relatar fue, en realidad, un reencuentro, puesto a él ya lo conocía. La ilusión de conocerlo personalmente fue la consecuencia de haber frecuentado sus palabras con asiduidad, de haber pasado de la admiración por lo que decía a un atento discipulado que él siempre ignoró, al hecho de que también fuer a migo de otros amigos míos y desde luego, al hecho de que estuviera vivo.
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